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Al margen de gustos artísticos, Gerardo Vallejo mantuvo una coherencia cinematográfica indiscutible. En más de cuarenta años de carrera, jamás escindió la estética de la ideología. Narró sus convicciones, empuñando la cámara como un arma de militancia. Desde aquellos tiempos —los 60— en que formó el Grupo Cine Liberación con Pino Solanas y Octavio Gettino. Hasta el año pasado, cuando estrenó Martín Fierro, un ave solitaria, filme que había comenzado un cuarto de siglo antes en el exilio.
El indio y el gaucho fueron víctimas del mismo proceso de devastación para un proyecto de nación ajeno. Todo esto fue expresado por José Hernández".
"Mi abuelo, pastor analfabeto, vino de España en 1912 y cayó en Tucumán. Cuando yo tenía 7 años, me pedía que le leyera el Martín Fierro: me emocionaba verlo llorando". De joven, Vallejo estudió en el Instituto de Cinematografía del Litoral, dirigido por Fernando Birri. Desde mediados de los 60 comenzó a filmar documentales combativos. "Un día apareció con un notable corto sobre una familia de zafreros tucumanos, Las cosas ciertas, y lo incorporé como asistente a La hora de los hornos. Fue generoso, sensible: un extraordinario documentalista que se ligó al cine social de la identidad nacional profunda", dijo ayer Pino Solanas.
En 1968, Vallejo rodó El camino hacia la muerte del viejo Reales, sobre la explotación de trabajadores azucareros. "Los tiempos cambiaron: no creo que resurja el Grupo Cine Liberación —reconoció hace meses—. Pero muchos estudiantes siguen usando "El camino..." para sus tesis. Me gusta que se identifiquen con la actitud de lucha, de militancia".
Entre 1972 y 1974 realizó Testimonios de Tucumán, 24 cortos producidos por la FOTIA (Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera). En 1975, una bomba de la Triple A explotó en la casa de sus padres. Se exilió en Panamá y España. A su regreso, dirigió El rigor del destino y Con el alma.
"Me siento cerca de la épica popular de La guerra gaucha, del compromiso social de Las aguas bajan turbias y de todo el cine de Leonardo Favio", explicó en 2006. Poco después, entró en la fase final de su enfermedad. "Hablé con él la semana pasada a su casa de Bella Vista y me dijo que no se sentía bien —recordó Solanas—. Pero cuando le comenté que quería dedicarle mi próxima película, "Argentina latente", me contestó: No me des por muerto".
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