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A diferencia del derrotero que suelen seguir los actores jóvenes, Martina Juncadella debutó y dio sus primeros pasos en cine y recién años más tarde, se le animó al teatro. Sí: a pesar de ser muy joven, la carrera de Juncadella ya se mide en años. Primero fue su participación en Cara de queso (06), de Ariel Winograd, luego vino Encarnación (07), de Anahí Berneri, en la que se destacaba como la sobrina –lolita en flor– del personaje interpretado por Silvia Pérez; Excursiones (09), de Ezequiel Acuña, y Los santos sucios, de Luis Ortega, vinieron después, entre otras. Estudió teatro con Nora Moseinco desde los 13 años.
MARTINA JUNCADELLA por Nora Moisenco:
Antes que nada, Martina es muy joven, muy muy joven. Hace poco me dijo que se estaba yendo de viaje de egresados y me sorprendí. Lo que quiero decir no es en términos de madurez o algo por el estilo, si no, mejor, de ese olvido, de esa línea que se borra cuando el trabajo artístico se torna de gran profundidad, hondura, capacidad de matices, preguntas, movimiento... allí, en ese sitio, no hay signos de edad.
Hay un espacio, misterioso y creativo, que se independiza del parámetro de la edad.
Así es como la veo a Martina. Después de ser su maestra por seis años, es una delicia compartir la evolución de su camino artístico.
Su trabajo actoral crece con gran inteligencia pero sin perder frescura, dos elementos difíciles de equilibrar. A veces las ideas pueden tornar pretenciosa la búsqueda actoral, y Martina logra que sus preguntas siempre estén ligadas a la vitalidad del trabajo.
Su actuación es magnética, intensa, arrolladora.
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