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“Un día, en una reunión, mis padres me vieron tocando el piano con cierta soltura y se quedaron pasmados. No estaban enterados ni se lo imaginaban. Yo tenía siete años”, recuerda Núñez Cortés.
Por aquel entonces vivía con su familia en Posadas, capital de la provincia argentina de Misiones. Su padre era relojero, hijo de españoles, y su madre tenía ascendencia turca.
“Mi madre, si bien nunca había estudiado música, tenía un oído excepcional y cantaba como una soprano ligera. Recuerdo que de pequeños nos cantaba canciones sefaraditas en antiguo judeo español”, dice.
Cerca de su casa en Posadas, vivía un compañero de colegio cuya familia tenía un piano. “Cada vez que iba a su casa, me encantaba sentarme ante ese instrumento e improvisar las canciones de moda”, evoca. La hermana de su compañero, que era profesora de piano, le dio sus primeras lecciones. A partir de allí nunca dejó de aprender. A lo largo de los años realizó estudios sistemáticos con diferentes profesores particulares. Fue así como se transformó en concertista de piano.
De adolescente, se trasladó con su familia a Buenos Aires. Al terminar el colegio secundario, decidió estudiar ciencias químicas e ingresó a la universidad en 1960. Allí, se le ocurrió, junto con otros compañeros, formar un coro polifónico, lo que dio origen al coro de la facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, que dirigió el maestro Juan Schultis. Más adelante ingresó como tenor en el coro de la facultad de Ingeniería, donde conoció a Gerardo Masana y a los demás futuros integrantes de Les Luthiers. Con ellos participó en la puesta en escena de Il figlio del pirata (1964) y la Cantata Modatón (1965).
Desde fines de ese mismo año pasó a formar parte del conjunto humorístico I Musicisti, y en 1969 –dos años después de recibirse de bioquímico- se sumó a Les Luthiers. Allí pudo canalizar no sólo su habilidad como pianista, sino también su talento compositivo. Fue el creador de varias obras emblemáticas del conjunto, como el Teorema de Thales y el Concerto grosso alla rustica. Este último sería interpretado por Les Luthiers junto con el Ensamble Buenos Aires (1972), la Orquesta Sinfónica del Teatro Colón (1986), la Camerata Bariloche (2000) y la Orquesta Filarmónica de Madrid (2004).
En Les Luthiers pudo canalizar también sus habilidades actorales. Fuertemente influenciado por Charles Chaplin, encarnó a distintos personajes que deleitaron a la audiencia del conjunto y, curiosamente, tuvieron un gran impacto sobre el público infantil.
Desde un comienzo evidenció un gran interés en la construcción de instrumentos. A su propia autoría se deben el tubófono silicónico cromático, el narguilófono y el glamocot. En colaboración con Carlos Iraldi construyó varios de los instrumentos más espectaculares de Les Luthiers, como el órgano de campaña, la marimba de cocos, la gaita de cámara y la mandocleta.
Fuera del conjunto, se destacó como concertista de piano y arreglador. Compuso canciones para distintas obras de teatro (entre ellas Corazón de bizcochuelo, de Enrique Pinti, y El fantoche lusitano, de Peter Weiss).
Su pasión por la biología y el buceo lo llevaron a reunir una colección de caracoles marinos con más de 4.000 ejemplares de todos los mares del mundo. Junto con Tito Narosky, fue coautor del libro Cien caracoles argentinos (Editorial Albatros, 1997).
Los juegos de ingenio y los acertijos son otros de sus hobbies. Colaboró con distintas revistas de estas especialidades y periódicamente organiza entretenimientos para las listas de Internet de amigos y fans de Les Luthiers.
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