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En 1994, Esteban Sapir filmaba Picado fino, una película consagrada por la crítica, precursora de lo que luego se denominó el Nuevo Cine Argentino. Ahora, diez años después, el realizador argentino acaba de terminar el rodaje de su segundo film, La antena, una historia “retro-futurista” situada en una ciudad donde las personas no tienen voz. Entre el café La Ideal, la vieja Biblioteca Nacional, las callecitas de la Boca y la antigua fábrica de Siam, Sapir construye este film ambientado en unos fantásticos años ’30, que protagonizan, entre otros, Valeria Bertuccelli, Julieta Cardinali, Florencia Raggi, Rafael Ferro, Alejandro Urdapilleta, Raúl Hochman, Carlos Piñeyro y Ricardo Merkin. También estaba entre sus filas el recientemente fallecido Carlos “Cacho” Espíndola.
Integrante de la productora La Doble A, que financia íntegramente la realización de La antena, el director se dedicó durante estos últimos años a la dirección de cine publicitario. “Trabajé como director de fotografía y como fotógrafo en comerciales y en el ’99 Gonzalo Agulla y José Arnal formaron la productora y me convocaron para participar como director de comerciales. Nos fue muy bien, trabajamos un montón y lo hicimos para esto, para poder filmar esta película. Me encontraba tal vez con una deuda conmigo mismo, con ganas de hacer algo propio, porque durante todo este tiempo hice muchos laburos para otros, pero no para mí. Pero haber trabajado y trabajar en la productora es lo que hoy me garantiza mi independencia”, explica Sapir. El año pasado, además, dirigió junto a Ramiro Agulla dos videoclips y un dvd documental de la gira de la cantante Shakira. “Y me encontré de pronto sorprendido trabajando en Rotterdam con un equipo increíble que parecía de un show de U2. Fue impresionante, y enriquecedor técnica y profesionalmente”, dice. Ahora, y para “exorcizar un poco el trabajo”, Sapir apuesta con su nueva película a acercarse al espectador desde otro lugar, “desde un lugar de prueba, de experimentación. Esta es una propuesta diferente”. Muda y en blanco y negro, La antena está atravesando la etapa de montaje.
–¿Cómo apareció el guión?
–Cuando terminé Picado fino empecé a escribir un guión, pero quedó archivado. Hace dos años se dio la posibilidad de filmarlo, entonces desempolvé el libro, y se transformó en otra película totalmente diferente, en una película fantástica, en un punto bastante literaria. Es una especie de cuento, como de parábola de la realidad, sobre el poder de los medios hoy día en el mundo. La película habla de la falta de comunicación entre las personas, de la desconexión. Y por eso también de alguna manera está simbolizada en esta ciudad de cuento que no tiene voz, donde la gente se comunica leyendo los labios. El espectador cuando vea la película se va a encontrar con textos que van a interactuar con la imagen. No como en el cine mudo, en que aparecen textos en cartón entre toma y toma, sino que acá el texto tiene una participación en la estética de la película.
–¿Como en Picado fino, en que las señales del tránsito irrumpían en la imagen?
–Claro, pero en este caso están integrados de alguna forma a la historia. La estética de la película está planteada como un comic: el texto convive con los personajes. Aparecen Ana y Tomás, los personajes de Picado fino, pero de chiquitos. La película se transformó en una historia de género. Es casi como una historia de la lucha entre el bien y el mal. Es como un tema universal.
–¿Quién vendría a ser el bien y quién el mal?
–El mal en la película está representado por los medios, por la televisión. Una especie de holding mediático que es el único canal que existe en la ciudad. Evidentemente en un lugar donde no existen las voces,las imágenes tienen un poder muy particular, representan muchas cosas que la propia voz de las personas no puede decir.
–Es una historia futurista.
–Exactamente. Lo que puede llegar a pasar o, tal vez, de forma alegórica, lo que muchas veces pasa. Muchas veces la gente cree más en lo que ve por la tele que en lo que vivencia. Y eso hace que de alguna forma pierdan su punto de vista, o su propia voz. El bien lo representa un grupo de antihéroes, que son el inventor junto con su familia. El está separado de su mujer, y cuando intenta reintegrar su grupo familiar, de alguna forma enfrenta y contrarresta desde ahí el poder de este aparato, que es el canal de televisión, más el holding de alimentos que también fabrica el mismo canal.
–¿También en este caso, como en Picado fino, hace uso de un formato particular? Sobre su anterior película había dicho que era una película autista, cerrada sobre sí misma.
–Sí, la forma de la película también es bastante particular, un poco siguiendo esa tradición. Transmitir una idea desde otro lugar, desde un lugar no tan literal, sino un lugar donde también se conjuguen elementos mágicos, elementos de cuento fantástico, de la literatura, donde la palabra tiene una importancia muy fuerte. Por lo que representa el texto en la historia, la película fue pensada como una especie de libro.
–Y en cuanto a este estilo particular, ¿tiene algún referente?
–No tengo un referente exacto, pero tiene mucho que ver con mi cinefilia personal. En este caso está un poco inspirada en las películas expresionistas del cine alemán, tipo Fritz Lang o Murnau. El cine mudo le daba una importancia muy fuerte a la imagen, a la expresión, más allá del audio. Existía un diseño muy particular, una búsqueda por descubrir por primera vez algo en la imagen, y eso tal vez se fue perdiendo un poco. Ahora las películas en general se parecen bastante, se fueron tornando en guiones filmados, historias literarias filmadas. Por eso mi intención es probar y experimentar, y rescatar el tema de la expresión del montaje, la expresión del plano, del encuadre, de la luz, de la puesta en escena, donde todo significa, todo lleva a una idea. De hecho, el guión en rodaje de esta película es el storyboard, que yo dibujé antes de empezar a filmar. Mis guiones son más bien visuales. Son escenas pero muy descriptas, más desde la imagen que desde lo literario o desde los diálogos.
–O sea que ya casi tiene filmada la película antes de empezarla.
–Sí, el trabajo mío de diseño es bastante meticuloso. Diseñé la película y ahora lo que estamos haciendo básicamente es pasarla por la máquina. En ese sentido, y salvando las distancias, me identifico mucho con ciertos realizadores del viejo cine soviético, como Eisenstein, o Vertov, que tenían una métrica, un diseño de montaje muy pensado.
NOTA PUBLICADA EN EL DIARIO "PAGINA 12" REALIZADA POR EUGENIA GARCÍA.
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